Los cuarenta y yo creo que seremos grandes amigos. Como lo fuí de los veinte y los treinta.
Atea confesa creé un credo por qué desconfiaba de mi voluntad por seguir normas. Nada ha salido según lo previsto y sin embargo todo lo sucedido ha superado las expectativas. Por qué somos tan ingeniuos que planificamos la vida obviando que formamos parte de un universo que ya nos tiene preparados "regalos" por el camino y que nos rodean personas que en cierta manera nos viran el rumbo y nos condicionan.
Arrepentirme en el ecuador de mi existencia es innecesario. Si admito. Tengo un serio problema, me enamoro a cada instante, en cada esquina, en el metro, con la música...
Es controvertido, sí, para una insociable confesa.
El por qué es un problema? Evidentemente son amores etereos de personas, miradas o sencillamente una luz, casi siempre no correspondidos. Pero son gratificantes. Es un punto de partida de emociones, podríamos decir, de orgasmos esporádicos.
Un no dominio de los sentidos. No vivir mutilada ni presa.
Errante he sentido miles de veces que me faltaba el aire y me sobraba el vacío. He reído y llorado por igual. He gritado de dolor y de placer. En definitiva me doy por satisfecha y victoriosa y quiero cuarenta más.
Como una pieza, una más, que sin ella no se completa el puzle.
Piel, carne, huesos, alma y personas. Composición casi química. Constante ebollución. Bomba de relojería que no controlo ni yo.
Pienso en los cuarenta tanto como en la política. Sólo se que los que hablan de ellos mencionan constantemente la palabra crisis. Así que, hago oídos sordos.