Realmente vivimos en una sociedad competitiva, dura, ególatra, fría...
La individualidad prima sobre la camadería.
Corremos a velocidad de vértigo, saltamos obstaculos, corremos y corremos descuidando mirar a quién o qué tenemos delante, mucho menos detrás.
Sufrimos y reimos casi a la par, bipolaridad forzada en un mundo que anochece y amanece sin dar tregua a disfrutar de sus horas intermedias.
Decimos, me debes un café y al paso nos deberemos unas flores, las del último adiós.
A donde van las horas y los días, las sonrisas y conversaciones que no nos brindamos.
Explotar, sin ruido y sin salpicar, sin ofender, casi sin respirar.
Gritar "Estoy aquí", a todos los que tú si tienes presentes.
Explotar y abandonar horarios y rutinas, protocolos y sandeces.
Correr en dirección contraria.
Llorar con ese llanto infantil a modo pataleta, y vaciarse.
Quién no calla a pesar de estar hablando sin cesar aunque nadie adivine que lo que silencia es justo lo que le preocupa.
Explotar sin esperar a cambio esos abrazos, esa palabra, ese aliento que tanto se reparte y tan poco se reclama.
Hoy he pensado yo en explotar.
No en soltar borderios o improperios, si no tan solo explotar. Esfumarme como el humo, ir por el viento y quedarme en eso, en humo.
No pensar
No hablar
No callar
No correr
No luchar
No estar
Solo explotar
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